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Eusebio Delfín grabó su nombre en el árbol de la música cubana.

Eusebio Delfín grabó su nombre en el árbol de la música cubana.
Por Leticia Guerra.
Y tú, ¿qué has hecho? Nadie expresó este reclamo en tono más tierno que el músico cubano Eusebio Delfín Figueroa.
En el tronco de un árbol una niña
Grabó su nombre henchida de placer
Y el árbol conmovido allá en su seno
A la niña una flor dejó caer.
Yo soy el árbol conmovido y triste,
Tú eres la niña que mi tronco hirió,
Yo guardo siempre tu querido nombre
Y tú, ¿qué has hecho de mi pobre flor?


Este tema, himno imperecedero del amor no correspondido, compuesto en la década de los años 20 de la centuria anterior todavía agita los corazones de los amantes olvidados, que no consiguieron olvidar.
A todos, en algún momento de la vida, nos ha tocado esta amarga experiencia. Música y letra se combinan mágicamente y nos estremece la imagen imborrable del nombre escrito en la corteza herida del árbol, en contraste con la flor que se marchita fatídicamente, un día después.
Un halo de misterio oculta su origen, pues según los musicólogos, Delfín Figueroa encontró la letra por casualidad en un almanaque y jamás pudo recordar a su autor. Yo, romántica incurable, pienso que el prestigioso músico encubría un sentimiento prohibido.
Entre 1925 y 1930 realizó una veintena de registros fonográficos para la firma RCA Victor, la mayor parte de canciones y boleros de su autoría, aunque también en ese grupo se encuentran obras de Ernesto Lecuona, José Mauri y Alberto Villalón.
Dejó grabados en la historia de la música cubana temas inolvidables como “Qué boca la tuya”, “Migajas de amor”, “Lejos de ti”, “Cabecita rubia”, “Ansias locas”. Esta última revela a un amante impetuoso, las jovencitas de la época se extasiaban cuando su voz de barítono interpretaba:

“Tengo ansia infinita de besarte la boca,
de morderte los labios hasta hacerlos sangrar,
de estrecharte en mis brazos con furores tan locos
que nunca en la vida me puedas olvidar."

Otra de sus improntas en la música cubana fue la reivindicación de la guitarra. El criollísimo instrumento tendría un aliado de altísimos quilates: el director, nada menos, del Banco Comercial de Cuba quien, por si fuera poco, estaba casado con una de las muy poderosas Bacardí, hija del magnate del ron.
Delfín asistía a los salones más exclusivos de la alta sociedad habanera, donde cantaba sus boleros, muchos de los jóvenes más distinguidos de la época se apasionaran con “la hasta entonces modesta y, para ellos, relegada e innoble guitarra”.
Delfín no fue un destacado instrumentista, pero tuvo la oportuna iniciativa de cambiar el estilo para acompañar los boleros. Transformó el rasgueado o rayado típico, en un esquema semiarpegiado, —según la musicóloga Dulzila Cañizares— “quebrantó los modelos establecidos desde el siglo XIX. Los trovadores comenzaron a imitarlo, y el público se cautivó con este novedosa técnica”.
Otra de sus contribuciones al acompañamiento con la guitarra, fue distribuir el ritmo en compás y medio, dejando la parte débil del segundo compás en silencio, al hacer los cambios armónicos.
Cuentan que el acaudalado palmireño no hacía distinciones y cantaba entre pobres y ricos, lo que cobraba en las fiestas de alcurnia lo donaba a los necesitados. Organizó sorteos musicales para recaudar fondos benéficos, llegando a reunir más de 200 mil pesos, cifra despampanante para la época.
Noble, caritativo, amante apasionado, poeta sensible, músico excepcional, elegante, apuesto y rico -¡Lo que me recetó el médico!- dicen mis amigas, mientras escuchamos extasiadas “Y tú, qué has hecho de mi pobre flor?”


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